Histórico.
El mayo del 2009 va a quedar en la memoria de los culés grabado tan profundamente como en el de buena parte de la gente de izquierdas de este país quedó el de hace ya casi cuarenta años. De corrido y una tras otra, victorias, aplastante en el marcador y espectacular en el estilo, frente al eterno rival para acariciar la Liga; frente al otro rey de Copas para marcar la supremacía en el segundo torneo doméstico; y, para remate, otro fascinante triunfo en la mejor competición por equipos del mundo y logrado en la ciudad con más historia del mundo. Quiero imaginar ahora cuando se podrá volver a escribir una entrada en un blog de cualquier parte del planeta para ensalzar una gesta como la conseguida por los azulgranas esta temporada.
Trascendental.
Pero, por encima de la contabilidad de títulos y victorias, que también, el Barça del 2008-09 o el de Guardiola ó el de Messi-Xavi-Iniesta, que de cualquiera de estas formas pasará a la historia, deberá su trascendencia y su perduración a la forma en que jugó. Todos nos acordamos en algún momento de algunos de los equipos campeones de las diferentes competiciones (y si no, acudimos a archivos y hemerotecas), pero hay que hacerlo muy bien para quedar en la memoria de todos de forma imborrable y permanente. El Madrid de Di Stéfano, el Ajax de Cruyff o el Milán de Sacchi son los equipos que ahora me vienen a la mente de este tipo. A partir de ahora, habrá que añadir uno más: el Barça de Guardiola.
Un futuro esperanzador.
Si enlazamos el Barça de esta temporada con la selección española triunfadora en la Eurocopa del 2008, habremos de reconocer que estamos de enhorabuena. Con todos sus defectos (que son muchos, graves y de difícil solución), el fútbol español en su conjunto ha mandado un mensaje contundente a todo el continente y, por extensión, al resto del planeta fútbol. Se puede ganar jugando muy bien al fútbol; es más, se debe ganar así porque sólo así los niños querrán seguir jugando al fútbol. Esto es un juego y, como tal, se debe practicar para divertirse. Los jugadores del Barça y antes los de la selección española siempre parecieron disfrutar en el campo. Es cierto que detrás de todos ellos hay mucho trabajo, esfuerzo, sacrificio, responsabilidad y organización, pero todo ello se puso al servicio del juego en sí, de la diversión bien entendida. A ninguno de ellos se les dijo que "había que morir en el campo" o "dejarse la piel" o tantos otros clichés del fútbol industrial que han tenido éxito en muchos de los que viven de este deporte. Por supuesto que todos esos jugadores del Barça o de la selección trabajaron, se esforzaron, se sacrificaron y se organizaron, pero lo hicieron para, después, en el campo y a la hora de la verdad, disfrutar y hacernos disfrutar. Espero que el ejemplo cunda y, desde las categorías inferiores, en España y en otros muchos países se enseñe este modelo de juego y no se pervierta la esencia del mismo.